Os dejo un cuento corto con moraleja..ni buena ni mala, solo real....escrita por mi hace unos años.

Que feliz saltaba y cantaba el pequeño duende, emanaba un estela fresca de flores al son de una melodía que incitaba a todo el mundo a bailar, saltar y jugar juntos en corrillo exaltados de euforia y felicidad.
Recorría el mundo y el tiempo con su paso acompasado con una pequeña flauta de palo haciéndola sonar con una alegre canción y una brisa de alegría a su paso.
Repartiendo felicidad, repartiendo risas, animando para bailar, para cantar, gozado de la estampa de la gente unida en regocijos sin fin al son de colores vivos, flores y estrellas, que no se percato de la oruguita.
Esta oruga lo miraba con ojos redondos y curiosos, pero ni esbozaba sonrisa alguna.
Con tantísima atención lo miraba que tuvo que parar su canción, dejando confundidos a los pueblerinos sin baile y acercársele mirando sus enormes ojazos para preguntar el motivo de tan fija mirada.
“¿Por qué no bailaba? ¿Por qué no cantaba? ¿Por qué no jugaba con los demás si su flauta así incitaba a hacerlo?” Se pregunto y le pregunto a tan atenta espectadora.
La oruguita, con los ojos aun más fijos en el rostro del duende, le respondió con voz amable:
“Yo llevo muchos siglos escuchando flautistas que llenan de un ánimo efímero al gentío del lugar, argucias vacías de esperanza y alegría reales que se desvanecen en segundos y solo escucho el sonido que emite el corazón, es el único que puede dar verdadera alegría y felicidad”
A lo que el duende con una amplia sonrisa, pose heroica, erguida y orgullo en su pecho, sin dejar de mirar los curiosos ojos de la oruga, respondió;
“Pues sabrás que mi corazón es alegre como mi música, que la música que toco sale de mi corazón” Y miro a la oruga como solo un duende sabe hacerlo con esa picardía infantil e inocente.
La oruguita entonces enmudeció, lo observo con más curiosidad aun, cerró por primera vez sus ojos que no habían dejado de mirar al curioso y orgulloso duendecillo flautista y permaneció unos segundos en este estado escuchando con más detalle el sonido del corazón de este.
Después de esto, volvió a abrir sus ojos, aun no sonreía y le hablo al duendecillo en forma de consejo;
“Tú que incitas a bailar, a jugar…tus intenciones son nobles y buenas, pero, ¿Cómo quieres que yo no lo haga si tu nunca te has parado al disfrute que con tu música provocas, ajeno a lo que es sentir lo que con tu música inspiras?
¿Cómo quieres que yo así lo haga si quien si el que trata de transmitir alegría, no la tiene, como he de tenerla? Dijo esta con cierto enfado.
Entonces el duende apenado, cedió la flauta a modo de renuncia a la oruga, y esta apoyándola en el suelo, ya que no tiene brazos, de una forma torpe y graciosa entono la canción más alegre y bella jamás por el duende escuchada.
Tan embriagadora era la música que todos los lugareños empezaron a bailar, compartiendo la alegría con sus compañeros y vecinos, y hasta le duende, no pudo evitar con ojos llenos de lagrimas de alegría pegar saltos y cabriolas con la exaltada gente.
Tras breves minutos, la que bailaba era la oruga, con la música que el duendecillo dejaba a su paso mientras retomaba su camino a otro tiempo y otros lugares.



Moraleja; Un consejo real, vivido y superado. Intentar hacer feliz con alegría en tu corazón o querer levantar de su tristeza a un amigo/a por amor y con esperanza. Porque ya sabes la alegría que produce levantarse después de haberse caído .Solo eso vale, ya que no se puede hacer mucho con lo que no se tiene, ni se siente.